Piedras preciosas y piedras semipreciosas
Nombres y significado
También
podríamos nombrarlas como gemas preciosas y semipreciosas; las dos
terminologías son válidas.
Como
ya sabemos, el ser humano, desde su aparición, siempre ha sentido devoción y
dotado de un cierto misticismo a las piedras preciosas o extrañas o piedras muy
difíciles de encontrar en la naturaleza, confiriéndoles diferentes usos: para
la ornamentación, como símbolo de poder y exclusividad, asociadas al culto de
determinadas deidades e incluso utilizándolas para sanar o para todo lo
contrario.
Las
piedras preciosas y las piedras semipreciosas son, casi en su mayoría,
minerales; algunas de ellas, sin embargo, son orgánicas (como el ámbar, resina
vegetal fosilizada).
Piedras
preciosas
Para
poder distinguir entre piedras preciosas y piedras semipreciosas se utilizan
tres factores:
La
escala de dureza de las mismas (lo que garantiza su durabilidad), que, además,
tradicionalmente coincide con las piedras o gemas preciosas por excelencia (la
piedra preciosa más dura que existe es el diamante, como ya hemos vistos en los
artículos anteriores).
La
rareza, escasez o dificultad para encontrarlas en la naturaleza.
Su
belleza y perfección. Cuando hablamos de la belleza y perfección de una piedra,
ya sea preciosa o semipreciosa, nos referimos a su color, brillo, transparencia
y pureza. Una piedra preciosa pura, sin imperfecciones y con un color radiante,
puede tener un valor incluso superior al de un diamante de similares
características.
Las
tres únicas piedras o gemas consideradas preciosas –además del diamante- por
los factores anteriores son el rubí, la esmeralda y el zafiro azul.
Décadas
atrás, también se consideraba la amatista como una piedra preciosa, pero
después del descubrimiento de los enormes yacimientos en Brasil pasó a formar
parte del grupo de las piedras semipreciosas, al no ser tan escasa y rara.
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